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Uno de ellos, en nombre de todos, habló así: «¿Qué quieres saber al interrogarnos? Estamos dispuestos a morir, antes que faltar a las leyes de nuestros antepasados.» Enfurecido, el rey mandó poner al fuego grandes sartenes y calderas. Cuando estuvieron calientes, ordenó que al que había hablado en nombre de todos le cortaran la lengua, y que le arrancaran el cuero cabelludo y le cortaran los pies y las manos, en presencia de su madre y de los demás hermanos.

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